martes, julio 13, 2010

Las finanzas, las instituciones y el medio innovador

Otro aparte del libro las tecnópolis del mundo de Manuel Castells y Petter Hall:

En Tokio las oficinas centrales de las grandes corporaciones innovadoras no se relacionan solamente con el Estado; también están estrechamente integradas con sus bancos matriz. Eso, por supuesto es una característica exclusiva de la organización industrial japonesa, que se remonta a la restauración Meiji de 1868 y que sólo fue rota durante un corto período de tiempo tras la Segunda Guerra Mundial, cuando las fuerzas de ocupación americanas trataron. éxito, de romper tales vínculos. Pero ello apunta hacia el hecho que las industrias innovadoras deben ser alimentadas con capital. Para las principales corporaciones establecidas, que mantienen internamente su potencial innovador, cualquier mecanismo es válido para este fin, bien sea mediante financiación bancaria o con acciones. Pero las nuevas empresas, que aún no se han creado una reputación, deben encontrar la forma de generar fondos que permitan su existencia


Históricamente, los caminos a seguir han sido muy informales, generalmente mediante la captación de capitalistas locales que actuaran como «socios comanditarios»; este modelo fue igualmente valido en el Manchester de finales del siglo XVIII, en el Detroit de comienzos del siglo XX y en el Palo Alto de mediados de este siglo. Por este motivo, si bien estos tres casos son todos ellos ejemplos clásicos de nuevos lugares industriales, ya tenían una cierta sustancia económica preexistente; citando equivocadamente a Gertrude Stein, «there was a There There» («ya había algo allí») , en forma de capital generado en algún ciclo de acumulación anterior. Los jóvenes innovadores de Lancashire de la industria algodonera del siglo XVIII no fueron financiados por los bancos, sino por los «industriales» existentes, que eran esencialmente comerciantes que funcionaban mediante una forma de producción doméstica. Al joven Henry Ford, en el Detroit de 1900, no le resultó nada difícil encontrar banqueros dentro de la plutocracia de la ciudad que ya habían hecho sus fortunas en la minería, la explotación forestal o la industrial. Hewlett y Packard dieron sus primeros pasos gracias al dinero que les prestó su profesor, él mismo hijo de un profesor y persona de cierta solidez económica.

Pero para las extensas cadenas innovadoras que comenzaron a surgir tras la Segunda Guerra Mundial y que implicaban un l+D prolijo y dilatado en el tiempo, tales fuentes informales de aportación de capital apenas podían ser suficientes. De aquí el rápido crecimiento de la industria de capitales de riesgo, cuyos orígenes están peculiarmente asociados con el crecimiento de Silicon Valley. La evidencia indica, sin embargo, que la industria no estaba allí al principio; en realidad fue atraída hacia San Francisco por la certeza de que algo importante estaba ocurriendo a unas pocas millas de distancia.


Trabajos empíricos recientes sugieren, de hecho, que en los Estados Unidos existe, en realidad, una fuerte tendencia en las inversiones de capital de riesgo hacia el noroeste y el Pacífico, concretamente hacia California y Massachusetts, y luego hacia las grandes concentraciones urbanas de negocios de alta tecnología. Lugares como la ciudad de Nueva York y Chicago, que son centros financieros de primer orden, son, sin embargo, centros poco importantes de capital de riesgo. En otras palabras, el capital de riesgo va hacia donde ya existe la industria de alta tecnología. Con todo, gran parte del incremento de los fondos de riesgo ha provenido de fondos de seguros y pensiones, que suelen ser gestionados por estos centros financieros de antigua tradición. Parece como si el dinero fluyera desde estos lugares hacia intermediarios cercanos a la fuente de acción. Así, el éxito llama al éxito; se produce una concentración, no una filtración paulatina. El medio oeste americano tiene escasos aportes de capital de riesgo, si bien ello es, en gran medida, el reflejo de la preponderancia de California y Massachusetts.

sábado, julio 10, 2010

Las universidades como generadoras de tecnologia

Otro aparte del libro las tecnópolis del mundo de Manuel Castells y Petter Hall:

El papel de las universidades parece haber ido decisivo en lo que se refiere a la ayuda al desarrollo de las tecnópolis, especialmente de aquellas que pueden ser caracterizadas como medio innovador. Pero nuestros estudios muestran también que debemos hablar de un tipo muy especial de universidad, y de un conjunto muy específico de vínculos con el desarrollo industrial y comercial, cuando nos refiramos a su capacidad para desempeñar el papel que con frecuencia afirman que juegan en una economía basada en la información.

Las universidades han tenido un papel fundamental en el desarrollo de algunos de los medios tecnológicos más innovadores, como ocurrió con Stanford en los orígenes de Silicon Valley, la Universidad de Cambridge o el MIT iniciando el proceso de escisión en sus áreas de influencia, o la función catalítica de L'École Nationales des Mines en el nacimiento de Sofía-Antípolis. Hay otras importantes universidades, como la Universidad de Oxford, la Universidad de Chicago y la Universidad de Tokio, que nunca han generado centros tecnológicos importantes; hay otras en cambio que, a pesar de estar ubicadas en el corazón de un medio innovador metropolitano, han desarrollado escasos vínculos industriales: la Faculté des Sciences d'Orsay en París-Sud, o la Universidad de Moscú, totalmente desconectada del Silicon Valley soviético, Szelenograd, ubicado a sólo 25 km de Moscú.


Las universidades pueden jugar, de hecho, tres papeles diferentes en el desarrollo de una tecnópolis -si bien ocasionalmente, en algunos lugares privilegiados, la misma universidad puede verse implicada sumultáneamente en los tres (como fue el caso de la Universidad de Stanford).

El primer y más importante papel consiste en generar nuevo conocimiento, tanto básico como aplicado. En este sentido, las universidades orientadas hacia la investigación son para la economía informacional lo que las minas de carbón fueron para la economía industrial. Por diversos motivos, las universidades resultan más idóneas para desempeñar este papel que los centros dedicados a la investigación, bien sean públicos o privados. Los centros de investigación privados atienden a sus respectivas corporaciones, bien sistemáticamente o mediante contratos de asesoramiento. Los centros de investigación públicos dependen de las reglas del Gobierno y no están abiertos a la competencia, teniendo así escasos incentivos para la difusión de sus descubrimientos en la investigación o para encargarse de los problemas que puedan surgir a nivel industrial. Además, suele ocurrir muy a menudo que dependen de burocracias militares o gubernamentales que exigen confidencialidad en sus investigaciones.

Las universidades dedicadas a la investigación, en cambio, tienden a utilizar a investigadores jóvenes, muchos de ellos estudiantes que dejan la universidad una vez graduados, esparciendo así el conocimiento que han adquirido. Dichas universidades manejan un sistema diversificado de incentivos y de recompensas que hace que su cuerpo docente, incluso tras alcanzar los cargos deseados, siga dedicándose a una continua innovación científica. Todos estos argumentos no son aplicables, por supuesto, a las universidades que son meras fábricas dedicadas a la enseñanza o a aquellas en las que una estructura burocrática disocia el sistema de recompensas de la productividad científica. Será extremadamerite improbable que tales universidades actúen como generadoras de medios tecnológicos avanzados.


La segunda función realizada por las universidades es la formación, en la necesaria cantidad y calidad, de la mano de obra representada en los científicos, ingenieros y técnicos, que sera la que aporte el ingrediente clave para el crecimiento de centros industriales tecnológicamente avanzados. Las empresas, por supuesto, pueden contratar a su personal en el mercado nacional o en el internacional, pero ello sólo resulta fácil si ya están ubicadas en una zona industrial-urbana avanzada. Para todos los centros tecnológicos de nueva creación es de suma importancia la capacidad de crear un mercado de trabajo local formado por ingenieros y científicos de buena calidad. Una universidad puede realizar esta función incluso aunque no realice un importante papel investigador; si bien es mucho más probable que tenga éxito, especialmente a la hora de formar a científicos de alto nivel, cuando sí lo desempeñe.

En último lugar, pero con no menos importancia, las universidades pueden actuar directamente como empresas, apoyando el proceso de escisión de sus investigaciones en una red de empresas industriales y de nuevos negocios. Los casos más claros son aquellos en los que la propia universidad crea un parque industrial, como Stanford o Cambridge. Pero también puede ocurrir que las universidades animen y permitan a su cuerpo docente abrir sus propios negocios, bien dejando la universidad para crear una empresa o mediante el trabajo parcial en ambos mundos. La ausencia de esta posibilidad puede acabar convirtiéndose en un inconveniente muy importante. Un caso esclarecedor es la gran diferencia de actitud hacia la actividad profesional orientada a los negocios entre el MIT y Harvard, que finalmente llevó a varios miembros del cuerpo docente de Harvard a dejar la universidad con el fin de desarrollar las aplicaciones industriales de sus investigaciones. De forma similar, la rígida compartimentalización de las universidades japonesas, a cuyos profesores les está prohibido tener ningún tipo de intereses en empresas ajenas a la universidad, puede acabar convirtiéndose en un obstáculo insuperable para la siguiente etapa de innovación de Japón, cuando las empresas japonesas de vanguardia sean incapaces de seguir dependiendo de una innovación en cascada basada en la investigación de importación. La regla general es que cuanto más esmeradamente académica sea una universidad, más improbable será que contribuya al desarrollo de las tecnópolis.


Pero existe otra regla: las universidades sólo podrán desempeñar su papel innovador si siguen siendo instituciones fundamentalmente autónomas, fijando sus propias agendas en la investigacion y estableciendo sus propios criterios de calidad científica y de promocio interna. Las universidades «internas» o los programas de investigación totalmente dependientes de una fuente de financiación externa son extremadamente vulnerables a presiones por intereses especiales, que a la larga minarán la calidad de su propia investígación formación. Así pues, las universidades autónomas dedicadas a la investigación, las universidades vocacionales y las universidades que desempeñan actividades empresariales, basadas en la calidad de saber y en la independencia académica, pero aun así relaciona con el mundo industrial mediante una serie de lazos formales y de redes informales, son fuentes fundamentales tanto de la nueva información como de la capacidad humana para manejarla; aportantando la materia prima como la mano de obra que las tecnópolis necesitan.