Otro aparte del libro las tecnópolis del mundo de Manuel Castells y Petter Hall:
El papel de las universidades parece haber ido decisivo en lo que se refiere a la ayuda al desarrollo de las tecnópolis, especialmente de aquellas que pueden ser caracterizadas como medio innovador. Pero nuestros estudios muestran también que debemos hablar de un tipo muy especial de universidad, y de un conjunto muy específico de vínculos con el desarrollo industrial y comercial, cuando nos refiramos a su capacidad para desempeñar el papel que con frecuencia afirman que juegan en una economía basada en la información.
Las universidades han tenido un papel fundamental en el desarrollo de algunos de los medios tecnológicos más innovadores, como ocurrió con Stanford en los orígenes de Silicon Valley, la Universidad de Cambridge o el MIT iniciando el proceso de escisión en sus áreas de influencia, o la función catalítica de L'École Nationales des Mines en el nacimiento de Sofía-Antípolis. Hay otras importantes universidades, como la Universidad de Oxford, la Universidad de Chicago y la Universidad de Tokio, que nunca han generado centros tecnológicos importantes; hay otras en cambio que, a pesar de estar ubicadas en el corazón de un medio innovador metropolitano, han desarrollado escasos vínculos industriales: la Faculté des Sciences d'Orsay en París-Sud, o la Universidad de Moscú, totalmente desconectada del Silicon Valley soviético, Szelenograd, ubicado a sólo 25 km de Moscú.
Las universidades pueden jugar, de hecho, tres papeles diferentes en el desarrollo de una tecnópolis -si bien ocasionalmente, en algunos lugares privilegiados, la misma universidad puede verse implicada sumultáneamente en los tres (como fue el caso de la Universidad de Stanford).
El primer y más importante papel consiste en generar nuevo conocimiento, tanto básico como aplicado. En este sentido, las universidades orientadas hacia la investigación son para la economía informacional lo que las minas de carbón fueron para la economía industrial. Por diversos motivos, las universidades resultan más idóneas para desempeñar este papel que los centros dedicados a la investigación, bien sean públicos o privados. Los centros de investigación privados atienden a sus respectivas corporaciones, bien sistemáticamente o mediante contratos de asesoramiento. Los centros de investigación públicos dependen de las reglas del Gobierno y no están abiertos a la competencia, teniendo así escasos incentivos para la difusión de sus descubrimientos en la investigación o para encargarse de los problemas que puedan surgir a nivel industrial. Además, suele ocurrir muy a menudo que dependen de burocracias militares o gubernamentales que exigen confidencialidad en sus investigaciones.
Las universidades dedicadas a la investigación, en cambio, tienden a utilizar a investigadores jóvenes, muchos de ellos estudiantes que dejan la universidad una vez graduados, esparciendo así el conocimiento que han adquirido. Dichas universidades manejan un sistema diversificado de incentivos y de recompensas que hace que su cuerpo docente, incluso tras alcanzar los cargos deseados, siga dedicándose a una continua innovación científica. Todos estos argumentos no son aplicables, por supuesto, a las universidades que son meras fábricas dedicadas a la enseñanza o a aquellas en las que una estructura burocrática disocia el sistema de recompensas de la productividad científica. Será extremadamerite improbable que tales universidades actúen como generadoras de medios tecnológicos avanzados.
La segunda función realizada por las universidades es la formación, en la necesaria cantidad y calidad, de la mano de obra representada en los científicos, ingenieros y técnicos, que sera la que aporte el ingrediente clave para el crecimiento de centros industriales tecnológicamente avanzados. Las empresas, por supuesto, pueden contratar a su personal en el mercado nacional o en el internacional, pero ello sólo resulta fácil si ya están ubicadas en una zona industrial-urbana avanzada. Para todos los centros tecnológicos de nueva creación es de suma importancia la capacidad de crear un mercado de trabajo local formado por ingenieros y científicos de buena calidad. Una universidad puede realizar esta función incluso aunque no realice un importante papel investigador; si bien es mucho más probable que tenga éxito, especialmente a la hora de formar a científicos de alto nivel, cuando sí lo desempeñe.
En último lugar, pero con no menos importancia, las universidades pueden actuar directamente como empresas, apoyando el proceso de escisión de sus investigaciones en una red de empresas industriales y de nuevos negocios. Los casos más claros son aquellos en los que la propia universidad crea un parque industrial, como Stanford o Cambridge. Pero también puede ocurrir que las universidades animen y permitan a su cuerpo docente abrir sus propios negocios, bien dejando la universidad para crear una empresa o mediante el trabajo parcial en ambos mundos. La ausencia de esta posibilidad puede acabar convirtiéndose en un inconveniente muy importante. Un caso esclarecedor es la gran diferencia de actitud hacia la actividad profesional orientada a los negocios entre el MIT y Harvard, que finalmente llevó a varios miembros del cuerpo docente de Harvard a dejar la universidad con el fin de desarrollar las aplicaciones industriales de sus investigaciones. De forma similar, la rígida compartimentalización de las universidades japonesas, a cuyos profesores les está prohibido tener ningún tipo de intereses en empresas ajenas a la universidad, puede acabar convirtiéndose en un obstáculo insuperable para la siguiente etapa de innovación de Japón, cuando las empresas japonesas de vanguardia sean incapaces de seguir dependiendo de una innovación en cascada basada en la investigación de importación. La regla general es que cuanto más esmeradamente académica sea una universidad, más improbable será que contribuya al desarrollo de las tecnópolis.
Pero existe otra regla: las universidades sólo podrán desempeñar su papel innovador si siguen siendo instituciones fundamentalmente autónomas, fijando sus propias agendas en la investigacion y estableciendo sus propios criterios de calidad científica y de promocio interna. Las universidades «internas» o los programas de investigación totalmente dependientes de una fuente de financiación externa son extremadamente vulnerables a presiones por intereses especiales, que a la larga minarán la calidad de su propia investígación formación. Así pues, las universidades autónomas dedicadas a la investigación, las universidades vocacionales y las universidades que desempeñan actividades empresariales, basadas en la calidad de saber y en la independencia académica, pero aun así relaciona con el mundo industrial mediante una serie de lazos formales y de redes informales, son fuentes fundamentales tanto de la nueva información como de la capacidad humana para manejarla; aportantando la materia prima como la mano de obra que las tecnópolis necesitan.